Ponemos en un colador el yogur para retirar todo el exceso de agua.
En un recipiente ponemos 4-5 cucharadas soperas de azúcar para caramelizar.
Cuando el azúcar se haya caramelizado bajamos el fuego y añadimos 100ml (aprox.) de leche y mezclamos con el caramelo. En este proceso se solidificarán algunos trozos de caramelo, pero poco a poco se disolverán con la leche.
Añadimos el resto de la leche y removemos continuamente hasta que esté bien integrado todo el caramelo con la leche.
Seguimos cocinando la leche removiendo suavemente a fuego medio hasta que se reduzca aproximadamente a 750ml.
Agregamos el resto del azúcar y dejamos cocinar otros 10 minutos más a fuego suave. Después, retiramos del fuego y lo dejamos enfriar.
La leche no se puede enfriar del todo, tiene que estar tibia. La temperatura adecuada sería si sumergimos un dedo en la leche. Debemos sentirla ligeramente tibia, pero no caliente.
En un bol ponemos el yogur que hemos dejado a escurrir y lo batimos para que esté cremoso.
Poco a poco vamos incorporando la leche tibia al yogur y vamos mezclando hasta terminar todo. Al finalizar, batimos enérgicamente para que se cree espuma arriba. Tradicionalmente se hace así pero no es un paso obligatorio.
Después rellenamos los recipientes de barro con esta mezcla y tapamos con papel aluminio.
Calentamos el horno a 50º durante 10-15 minutos. Después apagamos el horno y colocamos los recipientes en la bandeja del horno. Ponemos un paño grueso sobre los recipientes para que mantenga el calor. Los dejamos así dentro del horno durante toda la noche.
Una vez estén bien cuajados, los metemos dentro de la nevera y los servimos fríos.